miércoles, 7 de septiembre de 2011

CASTROMARINO 35 (II)


Esta tierra que me besa con recelo
me cambia las verdades aprendidas
y en su lugar, el sueño a la mañana
deja en la mesita de noche versos vacíos,
chispazos de luz inconexos
sin una dirección definida.

De aquella Sicilia de las epopeyas
sólo quedaban los abruptos acantilados
y una estirpe de marineros que cantaban
en dialecto:

"coletazos de amor algunas tardes
viajando en barquitos dentro del pecho,
coletazos de amor cuando anochece
y el vaso de ron enciende el deseo".

Buscando una mirada que fulminara
el ejército de soldados tristes
alojados en mi almohada
me vine a la isla en donde Polifemo
persiguió enfermo de celos a Galatea,
y pude compropar lo oscuro que me vuelvo
al decir las cosas sencillas que digo,
lo complicado que resulta lo sencillo
sin quererlo.

Quería encontrarme como Ulises
ante la inmesidad del mar,
pero su espejo sólo me devolvió la imagen
de un Narciso despeinado e inseguro.
Y de repente el mar, la mar, mi mar
se me volvió pequeña como un acuario.

Los días se repitieron entonces como las olas
entre el oleaje y la espuma
mientras soñaba con inventarme
en futuros posibles como mundos,
en caricias prestadas como sueños.
Y aunque no tenías aún nombre
cuando mi voz te llamaba en mitad
de la noche,
tu sonrisa era como el mar recostado
y luminoso que me esperaba al alba.

Haber recorrido los límites de esa isla,
inmensa como una cárcel sin barrotes,
me hizo descubrir los límites
del propio corazón. Y si te encontré
a mi regreso entre la niebla,
cuando ya nada esperaba encontrar,
es porque los abismos del alma
se parecen a los de una isla desierta
bañada por el mar.

1 comentario:

  1. Te conocí anoche, escuche tu poema en tu voz y, ahora por una casualidad de facebook he vuelto a leer tu bello y sentido poema, en una añoranza de ese pasado. Me gusto,saludos.

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