Que el latir del mundo sea
un eco sordo del propio latir,
como una mirada conciliadora
que no se sorprenda de la alegría,
que no se asombre de la tristeza.
un eco sordo del propio latir,
como una mirada conciliadora
que no se sorprenda de la alegría,
que no se asombre de la tristeza.
Que la mano concilie a tientas
el sueño en la vigilia,
y que lo conciliado en el alba
despeine el nuevo día,
dejando desordenadas las coherencias
que irrumpieron violentas en ese sueño.
el sueño en la vigilia,
y que lo conciliado en el alba
despeine el nuevo día,
dejando desordenadas las coherencias
que irrumpieron violentas en ese sueño.
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