Cómo me
gustaría poder darte parte
de lo
que en mí tiene algún valor,
darte en
ocasiones el mal humor
que me
sobra para que lo absorbieras
y lo
proyectaras hacia el cielo.
Darte
también un poco de mi seguridad
de
elegir sin pensar en qué baldosa
apoyar
el pie cuando la lluvia no cesa
y los
ojos sólo ven el mundo tras el vaho
de un
cristal sucio.
Beberte
el veneno como cuando
nos
mordía una serpiente o una avispa,
sin
temor a contaminarme de ese ruído
que
circula constantemente por la sangre
sin
motivo aparente.
Regalarte
parte de la felicidad que siento
al mirar
al futuro, es decir, imaginando
que
sobrevivimos al tiempo,
con tu
respiración anunciando el presagio
de tener
un nuevo día, una nueva arruga
que he
visto formarse sin prisa y sin miedo.
El
tiempo ha ido peinando mis rizos
hasta
convertirlos en un indicio tan solo
de lo
vivido, como el musgo fresco
surgido
en la roca tras una jornada de lluvia.
Aunque
también ha serenado el miedo
que
vivir implica cuando hay algo que perder.
El dolor
es mejor tenerlo de compañero
inseparable
que de visitante inesperado,
porque
la vida nunca se construye sobre
los días
azules o la certidumbre de los dioses,
sólo el
dolor nos hace distinguir la felicidad
de la
clemencia.
No quería dejar pasar la ocasión de felicitarte por la GALA que nos ofrecisteis ayer. Narciso despeinado, quizás en aguas turbulentas.
ResponderEliminarEl tiempo, ciertamente peina rizos, que las tormentas vuelven a enroscar. Cortamos los rizos y crece nuevo musgo informe, que el tiempo ha de modelar.
Cielo e infierno engarzados, asumidos como vida, como maravillosos opuestos necesarios.
ENHORABUENA, ALBERTO, DE TODO CORAZÓN.