Indolentes con el tiempo que perdemos,
confiamos que la vida,
en un alarde confianza nos devuelva
en algún lugar del trayecto
el tiempo confinado allá lejos,
para contemplar serenos el río
que ha de pasarnos a la otra orilla.
algunos pudieron durante una vida
dejar impreso sobre la hoja
de un árbol de otoño
la belleza caduca de un instante.
Otros erraron en la búsqueda
y los instantes no fueron de tiempo,
sino de heridas mal curadas
aún abiertas en su cuerpo yacente.
de vagón en vagón,
polizón sin fronteras.
quien vive más de una vida
como una hoja afilada
que al besar el corazón
lo dejara sin plaquetas…
Quien vive más de una vida,
dejándolas (botellas abiertas
en un día de fiesta) sin enhebro,
más de una muerte ha de morir.
- pensó Oscar Wilde -
para ser la fulana encaprichada
de cualquier marinero errante.
Ulises ya murió.
Más hermoso fue arrojar
la vida por la borda,
darla toda sin calcular su peso,
sin ser puta o ladrón,
no hacía falta vivir tantas vidas
para que la propia alcanzara
el brillo efímero de la juventud.
Pero entonces éramos
el tiempo en potencia.
Siempre estuvimos cíclicamente
cercando esa zona de la soledad
que aprieta pero no ahoga,
y quizá porque la vida era eso,
no nos planteamos luchar
con las garras panza arriba,
porque como las cosas no podían
ir a peor –amigo Kafka- mejoraron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario