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TE LO DIJE
Sin botas y tendida en la alfombra
la diferencia de los cuerpos a media luz
era insignificante. Estábamos tan cerca
que sólo podíamos respirar
el aire que quedaba tras los besos.
La casa estaba medio vacía
y era como si la vida latiera escondida
en sus armarios, en busca de ropas
que guardar en un presente por-venir.
Fuiste tajante con el vestido,
había que dejar algo para mañana,
algo que nos hiciera pensar en el futuro
sin la certeza de que existiera.
Me sorprendió cómo te desabrochaste
el corazón con ansia y te dejaste puesta
la vergüenza: amaestrabas el deseo
con la precisión de un domador de circo,
con la presteza de una contable
que ve como le cuadran, por vez primera,
los números.
Volviste a ser tajante con el sexo,
porque sería para nosotros como un candado
que nos haría sus prisioneros,
pero flexible en todo lo demás,
y dibujé sobre tu cuerpo el mapa
de los sentimientos, dejando sobre tu vientre
migas de pan para mi vuelta.
No cantó el gallo a la mañana
pero la luz entró en la casa con la violencia
de cientos de ojos fruncidos de ceño.
Fue inevitable volver la vista atrás,
volverla hacia delante por ver si nuestros ojos
se encontraban ya vestidos.
No te preocupes, soy muy discreta, repetiste,
pero la discreción sonaba tan absurda
con el corazón calado hasta los huesos
que el sabor de los besos fue amargo por vez primera.
Me fui de allí vestido de indio y con las plumas
revueltas, envuelto el corazón en el miedo
de haberlo apostado todo a una mano
sin haber tenido el valor de levantar tus cartas.
Me fui de allí vestido de indio y con las certezas
desechas,
convencido de que nada volvería a ser como antes,
confiado en que nada lo fuera.
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