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LAS GUERRAS DE PAPÁ
Siempre imaginé que mi vida
no me daría más de lo que ahora tengo.
Me fue preparando el camino
para amar más al mundo cuanto menos
recibía de ella.
Los vasos comunicantes que permanecieron
vacíos en la adolescencia se nivelaron
con los que siempre estuvieron llenos
y es esa uniformidad después de todo
lo que me ha mantenido alerta.
Escribo en renglones torcidos
cuando tratan de ponerle una falsilla
geométrica a mi poesía
y guardo la pulcritud en cambio
para cuando me asalta el papel
como un océano o una ciudad
en la que fui extranjero.
Trato que mi venas sangren
en la uniformidad todas las guerras
en las que no me tocó matar o morir
y son tan sólo cuentos de papá.
Me las corto para teñir de tojo vida,
de rojo fuego mi versos
y que no parezcan un mero ejercicio
de arquitectura poética,
de imágenes conseguidas al mezclar
el agua y el aceite
que todas las palabras contienen.
Pero a veces no sangran y es tanta
la vida que fluye por mis arterias
que tengo la sensación de ser
un planeta alejado de toda constelación,
un mundo posible que puede estallar
en miles de ciudades diferentes
en donde el dolor corte el aliento
como el pañuelo que se agita
desde ciertos trenes al alejarse.
La sangre será siempre sangre
y la poesía sólo poesía,
pero quiero que de mis venas
nazcan versos y de mis versos
sangre que me de la vida.
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