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ROLLER COASTER (A RAFAEL SALAZAR)
He vivido intensamente en una lágrima
fácil durante varios días,
quizá fueron años escondidos
que salieron del armario
como una estampida en mitad de la Quinta.
No busqué llorar en la felicidad
ni en la tristeza,
pero soy como una melancolía evitable
que se busca enfermizamente.
Me subo a la montaña rusa cada cierto tiempo
para que no se nos olvide que somos afortunados,
para que no se me olvide que he vivido,
y asumo gustoso los efectos secundarios
de este vicio de amar en cualquier parte,
de amar pese a la gente que solo ama en privado.
Abrazo con sinceridad esta tierra que me acoge
sin importar que no entienda ciertas cosas
o que la generosidad no sea plenamente compartida,
porque me roba un corazón forjado
en el extrarradio del mundo,
y mientras así sea nuestro recuerdo
no podrá corromperse.
Es extraño que haya tenido que ser aquí,
en esta ciudad construida a pesar de las razas
en donde haya descubierto que las lágrimas
no son enteramente dulces o saladas,
apropiadas o inoportunas,
sino simplemente inevitables.
Dejo un trocito del corazón como ya lo hice
en otro tiempo y otro idioma,
como siempre hago para recordarme el camino,
sin miedo a ir descorazonándome poco a poco
e irremediablemente.
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