miércoles, 20 de abril de 2011

LA NOCHES COMO ESTA DEBERÍAN SER LA VIDA (II)

Las noches como esta deberían ser la vida,
con nuestra sangre derramándose
en el aire como el polen en primavera,
con el vino circulando por las venas
como única materia viva que azuzara
con su latido la melancolía.

Nunca me he sentido más desnudo yendo
tan vestido, porque en noches como esta
el traje no es capaz de retener en el cuerpo
los recuerdos,
y al final acaban alojados en la garganta
como un nudo que a modo de corbata

disimulara mis ganas de llorar por ser feliz.

Las noches como esta deberían ser la vida,
porque es imposible ser más feliz teniendo
en ambas manos todo el amor posible,
como si los márgenes de la vida hubieran
desaparecido y en su lugar sólo hubiera
un único centro, como un horizonte eterno
en el que nos movíamos y veíamos

sin distancias ni ciudades, sin excusas
ni propósitos.

Acercarse a la barra era ir reconociendo

en el camino trozos de nuestra vida
que se movían al son de una música
que no importaba, porque éramos nosotros
las notas de la partitura que volvía a sonar
afinada después de tanto tiempo.

Rafa era como una canción de Fito Paez,
una que he escuchado miles de veces

y siempre me sorprende en su estribillo;
Fran volvía a ser una de Platero, con su fuerza
y sus letras empapadas en whisky de barato;
Basi hubiera sido cualquiera de Manel,
pero se movía tranformado en un camaleón
que cambiaba de color según la melodía;
David se convirtió en una canción moderna,
revival capaz de conjugar el polvo de los
discos viejos con la mano asesina del dj;
y Paco era como una canción de Demis Roussos,
radiante con su frac y sus zapatos de charol,
la elegancia que daba coherencia a la noche.

Hubiera elegido vivir la vida entera

en una noche como esta,
porque las noches como esta,
tan alejadas del presente, tan cercanas

al pasado y al futuro, deberían ser la vida.