sábado, 18 de enero de 2014

BESOS COMUNICANTES


Cómo me gustaría poder darte parte
de lo que en mí tiene algún valor,
darte en ocasiones el mal humor
que me sobra para que lo absorbieras
y lo proyectaras hacia el cielo.

Darte también un poco de mi seguridad
de elegir sin pensar en qué baldosa
apoyar el pie cuando la lluvia no cesa
y los ojos sólo ven el mundo tras el vaho
de un cristal sucio.

Beberte el veneno como cuando
nos mordía una serpiente o una avispa,
sin temor a contaminarme de ese ruído
que circula constantemente por la sangre
sin motivo aparente.

Regalarte parte de la felicidad que siento
al mirar al futuro, es decir, imaginando
que sobrevivimos al tiempo,
con tu respiración anunciando el presagio
de tener un nuevo día, una nueva arruga
que he visto formarse sin prisa y sin miedo.

El tiempo ha ido peinando mis rizos
hasta convertirlos en un indicio tan solo
de lo vivido, como el musgo fresco
surgido en la roca tras una jornada de lluvia.
Aunque también ha serenado el miedo
que vivir implica cuando hay algo que perder.

El dolor es mejor tenerlo de compañero
inseparable que de visitante inesperado,
porque la vida nunca se construye sobre
los días azules o la certidumbre de los dioses,
sólo el dolor nos hace distinguir la felicidad
de la clemencia.