lunes, 16 de abril de 2012

NUESTRAS ESPALDAS SON PARÉNTESIS

Nuestras espaldas no entienden de diferencias
o de faltas de ortografía en nuestras palabras,
cuando desnudas se intercambian el veneno
como dos lenguas
hasta convertirlo en reseco salitre
que limpiaremos a la mañana siguiente.

Nuestras espaldas no entienden
de interpretaciones posibles en palabras
que posiblemente pueden interpretarse
de forma diferente,
no les interesa que nuestras razones
sean tan poderosas como el silencio
o que el silencio sea sólo un manto de sal
vertido sobre el hielo de nuestros cuerpos.

Nuestras espaldas mantienen ciertos días
el calor de nuestros cuerpos intacto,
mantienen con vida nuestras semejanzas
como un cordón umbilical,
para que las diferencias resbalen
con el veneno cuerpo abajo
y sólo sean a la mañana
una mancha amarilla a los pies de la cama.

Pero nosotros no somos solamente
nuestras espaldas que siempre se besan,
ni el sudor que las mantiene hidratadas
en el invierno,
no somos el veneno ni tampoco el antídoto,
ni siquiera esa mancha amarilla
que queda a los pies de la cama
en una mañana como esta.

Somos lo que había antes de ese paréntesis
y lo que habrá después,
el vacío que deja el aire en tu cama
nada más deshacerla,
y el dolor reciclado en un poema
que será ceniza con el viento.

jueves, 5 de abril de 2012

TENTACIÓN DE SER OTRO

A veces tengo ganas de ser otro,
no exactamente mejor
ni más interesante,
ser otro diferente que me permita
poder mirar el alrededor sin que me vean
y sin abandonar totalmente al que soy.

Son tentaciones momentáneas
que quemo con versos ahogados
en vasos de ron, con botellas
lanzadas al mar de la ausencia,
y que sirven para mitigar mi deseo
de ser un perro callejero
en mitad de una noche de lluvia.

Me gusta sentir como el poema
consigue que me sienta exactamente
como el que nunca seré,
que respire un aire que no penetrará
por mis fosas nasales,
y que pueda amar hasta la pérdida
a bellas mujeres de tacón roto
y carmín corrido.

Mis ganas de ser otro sólo duran
ese instante en el que miles
de imágenes como miles de hojas
caídas en la acera del otoño
alfombran mi pensamiento.

Después apareces tú sin saberlo,
ignorando todo lo que llena la cabeza
de alguien que dice ser poeta.
Apareces, y sin saberlo,
todas esas vidas que no viviré
se me convierten en hojas ilegibles
de un libro rescatado del fuego,
muy diferentes a esa lectura primera
de excitación y miedo,
y con algunos nombres que me suenan
y que no aceleran el corazón al leerlos.

domingo, 1 de abril de 2012

IMAGEN PRIMERA

Nunca podré olvidar el día
que te vi por vez primera,
perdida en mitad de ninguna parte
entre Murcia y el infierno.

Sorteabas con elegancia el tiempo
y los faros de los coches,
y llevabas cogida tu maleta
como quien arrastra consigo
una casa llena de sueños.


Esa imagen, tan poética e inesperada
al mismo tiempo, trajo a mi cabeza,
no sé por qué motivo, unos versos
de Sabina en donde alguien,
también con una maleta,
sorteaba otros trenes y otra vida.


Yo sólo tenía tu foto y el recuerdo
de unos versos,
los amantes son túneles de luz
a través de la niebla,
y tú, después de un viaje interrumpido,

un teléfono sin batería.


No sé si te había imaginado exactamente
así, antes de que abandonaras
tu apariencia de verso elaborado
y te convirtieras en carne y hueso,
en una luz venida desde lo alto
y que, en mitad de la noche,
no encuentra obstáculos que la mitiguen.


No importa si cientos de imágenes
han tratado de superponerse después
a esa primera, porque siempre apareces
en el túnel del tiempo
con la claridad que un alma desesperada,
en una noche cualquiera,
encuentra en el mismo momento
en el que cierra los ojos
y arroja su cuerpo a las vías.