sábado, 17 de septiembre de 2011

JUGAR A GANAR



No te preocupes por mí cuando vengan
posarse sobre tu cabeza
las nubes negras.
No quieras por protegerme
perder ni un solo segundo de paz;
mi claridad no es más palpable que la tuya,
simplemente apuesto por no fruncir el ceño
por sistema, por no cerrar los ojos
ante lo que me arranca una sonrisa.

No puedo calcularte los metros
que podrás dar con los ojos cerrados,
ni acompasar el ritmo de tus latidos
con la cadencia de mis pasos;
mis palabras son sólo una forma elegante
de esconder el miedo ante la belleza,
de no salir corriendo en el primer abrazo,
de no salir a su encuentro
en el primer abrazo.

No quiero no jugar para no perder,
ni dejarme ganar para que no tengas
que huir,
sonrío si te veo sonreír,
te miro si te dejas mirar.
Lo demás, castillos en el aire,
un hombre de arena frente al mar,
si no estás ganas de verte
y ganas de verte si no estás.

No quiero volver a cerrar los ojos
y que el reflejo de los tuyos aparezca
frente a mi de nuevo,
o que al salir corriendo mi vista
se quede clavada en el retrovisor.
No podemos quedarnos con la duda
de si al susurrarnos al oído
cualquier noche nos moriremos
nuevamente por besarnos.

Quiero que tu sonrisa me invite a ganar
o se muera de miedo.
Quiero que tu sonrisa me invite a cenar
y no te mueras de miedo.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

COSECHA DEL 82


Una canción me devuelve intacto
nuestro pasado (quien no se asusta
al ver que la verdad es tan distinta
de lo que te dan, sangre por agua
a punto de salir).

Nada me importa si esta letra,
cargada de salitre y vasos
medio vacíos sobre una mesa,
no la escribieron para nosotros,
porque me devuelve con tanta nitidez
nuestro vida, que podría alcanzarla
como una fotografía sobre la mesita

de noche.

En otro momento, esta canción
hubiera llevado a mi mente por rostros
vistos furtivamente en ciudades
que no puedo recordar sin un mapa,
en ciudades prescindibles para hallar
sentido a la vida.

Pero en esta noche distinta
en la que nuestras melenas de Sansón
no suscitan comentarios en voz baja,
en esta noche en la que somos
felices como jamás lo hemos sido,
estos acordes le dan al corazón
un sabor añejo, casi de gran reserva,
que nos hace fugarnos del cuerpo
a hurtadillas, sin añozanza ni vertigo,
paladeando el recuerdo como un tinto
con cuerpo cosecha del 82.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

CASTROMARINO 35 (II)


Esta tierra que me besa con recelo
me cambia las verdades aprendidas
y en su lugar, el sueño a la mañana
deja en la mesita de noche versos vacíos,
chispazos de luz inconexos
sin una dirección definida.

De aquella Sicilia de las epopeyas
sólo quedaban los abruptos acantilados
y una estirpe de marineros que cantaban
en dialecto:

"coletazos de amor algunas tardes
viajando en barquitos dentro del pecho,
coletazos de amor cuando anochece
y el vaso de ron enciende el deseo".

Buscando una mirada que fulminara
el ejército de soldados tristes
alojados en mi almohada
me vine a la isla en donde Polifemo
persiguió enfermo de celos a Galatea,
y pude compropar lo oscuro que me vuelvo
al decir las cosas sencillas que digo,
lo complicado que resulta lo sencillo
sin quererlo.

Quería encontrarme como Ulises
ante la inmesidad del mar,
pero su espejo sólo me devolvió la imagen
de un Narciso despeinado e inseguro.
Y de repente el mar, la mar, mi mar
se me volvió pequeña como un acuario.

Los días se repitieron entonces como las olas
entre el oleaje y la espuma
mientras soñaba con inventarme
en futuros posibles como mundos,
en caricias prestadas como sueños.
Y aunque no tenías aún nombre
cuando mi voz te llamaba en mitad
de la noche,
tu sonrisa era como el mar recostado
y luminoso que me esperaba al alba.

Haber recorrido los límites de esa isla,
inmensa como una cárcel sin barrotes,
me hizo descubrir los límites
del propio corazón. Y si te encontré
a mi regreso entre la niebla,
cuando ya nada esperaba encontrar,
es porque los abismos del alma
se parecen a los de una isla desierta
bañada por el mar.

domingo, 4 de septiembre de 2011

ARCADA



Vaciar cada tarde el alma
del alquitrán pegado del deseo
es sólo un mal menor.
Como cuando en ciertas noches
nos metíamos en la garganta los dedos
para seguir bebiendo.
¿Qué hago con tanta muerte,
con tanta flor muerta en mi pasado?