viernes, 18 de junio de 2010

INTERTEXTUALIDAD


Indolentes con el tiempo que perdemos,
confiamos que la vida,

en un alarde confianza nos devuelva

en algún lugar del trayecto

el tiempo confinado allá lejos,

para contemplar serenos el río

que ha de pasarnos a la otra orilla.


Con el dolor almacenado en la alacena,

algunos pudieron durante una vida

dejar impreso sobre la hoja

de un árbol de otoño

la belleza caduca de un instante.

Otros erraron en la búsqueda

y los instantes no fueron de tiempo,

sino de heridas mal curadas

aún abiertas en su cuerpo yacente.


Quien vive más de una vida,
de vagón en vagón,

polizón sin fronteras.

quien vive más de una vida

como una hoja afilada

que al besar el corazón

lo dejara sin plaquetas…

Quien vive más de una vida,

dejándolas (botellas abiertas

en un día de fiesta) sin enhebro,

más de una muerte ha de morir.


Sobrevivir ya era tarea suficiente

- pensó Oscar Wilde -

para ser la fulana encaprichada

de cualquier marinero errante.

Ulises ya murió.

Más hermoso fue arrojar

la vida por la borda,

darla toda sin calcular su peso,

sin ser puta o ladrón,

no hacía falta vivir tantas vidas

para que la propia alcanzara

el brillo efímero de la juventud.

Pero entonces éramos

el tiempo en potencia.


Nunca nos fue mal la vida.

Siempre estuvimos cíclicamente

cercando esa zona de la soledad

que aprieta pero no ahoga,

y quizá porque la vida era eso,

no nos planteamos luchar

con las garras panza arriba,

porque como las cosas no podían

ir a peor
–amigo Kafka- mejoraron.

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