martes, 20 de diciembre de 2011

UN TORRENTE DE PUNTOS FINALES (A MIGUEL POVEDA)


Poveda se retoca la bufanda presumido
mientras mira de reojo a los puristas
del género, pide perdón y no debería
porque es el arte quien reclama
nuevas voces despojadas
de absurdos prejuicios.

No importa si son coplas o tanguillos
lo que canta,
porque salen de su garganta
como la lluvia redentora del otoño,
constante e inevitable como el amor
que aparece inesperadamente
sin reclamarlo.

Se acicala una vez más el pelo
antes de desempolvar una minera
con su cantar amolinado,
una minera que no suena a hueco
y me devuelve una niñez
que no he vivido,
pero es tanta la claridad
con la que suena
que me parece tener la nariz enhollinada
por el polvo carbónico de la tierra.

Convoca también a poetas que como él
no volverán a ser jóvenes,
poetas a los que se les partió el canto
justo cuando el verdor de sus versos
irrumpía como una primavera salvaje
de una ciudad del sur.
Ignoro si la poesía suena mejor
en su canto que en la voz
de los propios poetas,
pero lo hace con tanta nitidez
que sus imágenes y silencios
se adivinan con una claridad
que da miedo.

Las palabras brotan de su boca
como un torrente de puntos finales
que paraliza todos los argumentos
de los que ven el arte
como un instrumento,
de los que tratan ingenuamente
de poner puertas al canto.
Poveda los ametralla con cada sílaba
dulcemente,
hasta hacerlos pequeños y ridículos
como un mal pretexto.

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