martes, 6 de marzo de 2012

A UN FUTURO HIJO NO NACIDO


No sé cuando verás por vez primera
el mundo con tus ojos,
ni cuando anunciará tu llanto tu llegada,
pero temblará la tierra como tiemblan
ciertas estrellas en la noche
antes de su viaje sideral,
temblaremos nosotros como tiembla
la llama de una vela al abrirse una puerta,
y serán sus manos, tus diminutas manos,
la medida del universo cuando agarre
nuestro dedo.

Le hablarás sin palabras con tus enormes
ojos verdes, como hiciste conmigo,
y él te responderá, como hice yo,
con torpes balbuceos
que sólo nosotros entenderemos.
Le hablaré de la vida aún cuando
no me entienda y tan sólo piense
en comida y en juegos;
me hablará de la vida aún cuando
no le entienda y sólo desee
egoistamente su silencio,
pero me volveré un insomne si hace falta
para que pueda conciliar el sueño.

Trataremos de enseñarle el mundo
tal y como nosotros lo vemos,
pero será él con su inocencia
el que nos descubrirá sus secretos
como sólo alzar su mano
y apuntar con su dedo.

Le enseñaremos a distinguir entre las flores
aquellas que son de plástico,
que el origen del dolor puede venir
de un golpe o un beso,
y que sólo a golpes y besos
uno aprende y es feliz.

Cambiaremos los mandamientos
como se cambian las constituciones
y las sentencias y también
los resumiremos en dos para no perdernos:
amaremos a ese hijo sobre todas las cosas
y a nosotros como a él mismo.

1 comentario:

  1. (En el polo opuesto de tu deseo).

    Algo dentro de mí ha quedado ausente, helado, sumergido
    como lluvia de sílice que azota lenguas y anhela ombligos
    una semilla de sangre que me arrasa
    en un vientre transparente, cristalino.

    Un dolor ramificado en el árbol de caucho que es mi cuerpo
    por el que ascienden sigilosas las serpientes
    absorbiendo vorazmente mi ceniza.

    Ya no habrá más despertares oceánicos
    ni más luz de agosto en mi mirada
    sólo cielos de alquitrán, sólo tinieblas,
    sólo la sola soledad,
    hiriente, lenta.

    Un saludo, caride.

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