lunes, 16 de abril de 2012

NUESTRAS ESPALDAS SON PARÉNTESIS

Nuestras espaldas no entienden de diferencias
o de faltas de ortografía en nuestras palabras,
cuando desnudas se intercambian el veneno
como dos lenguas
hasta convertirlo en reseco salitre
que limpiaremos a la mañana siguiente.

Nuestras espaldas no entienden
de interpretaciones posibles en palabras
que posiblemente pueden interpretarse
de forma diferente,
no les interesa que nuestras razones
sean tan poderosas como el silencio
o que el silencio sea sólo un manto de sal
vertido sobre el hielo de nuestros cuerpos.

Nuestras espaldas mantienen ciertos días
el calor de nuestros cuerpos intacto,
mantienen con vida nuestras semejanzas
como un cordón umbilical,
para que las diferencias resbalen
con el veneno cuerpo abajo
y sólo sean a la mañana
una mancha amarilla a los pies de la cama.

Pero nosotros no somos solamente
nuestras espaldas que siempre se besan,
ni el sudor que las mantiene hidratadas
en el invierno,
no somos el veneno ni tampoco el antídoto,
ni siquiera esa mancha amarilla
que queda a los pies de la cama
en una mañana como esta.

Somos lo que había antes de ese paréntesis
y lo que habrá después,
el vacío que deja el aire en tu cama
nada más deshacerla,
y el dolor reciclado en un poema
que será ceniza con el viento.

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