jueves, 9 de agosto de 2012

LOS NAREJOS 2012


Nos poníamos discos viejos
porque sólo el pasado era capaz
de embriagarnos.

Contábamos las mismas historias
de siempre un año más
y aunque el pasado es inalterable
nuestros ojos de arena lo retomaban 
nuevamente en sus puntos suspensivos.
Esas historias de siempre,
las hazañas que nos convirtieron
en seres únicos, 
se convertían entonces en otras.

Esa forma de alterar lo sucedido
nos daba la vida por un momento,
después, con la última copa,
el presente se imponía sin rechistar
hasta el siguiente verano.

El desfile de cadáveres exquisitos
convertían el salón, un banco de un
parque o la barra de cualquier bar
en un museo de cera. 

La claridad de los rostros y el filo
de sus palabras
se clavaban en nuestros pechos
con todo el peso del tiempo,
pero sin herirnos ni salvarnos.

Su hoja salía de nosotros 
sin rastro de sangre,
pero su brillo iluminaba los espacios
vacíos como luciérnagas
en una noche sin luna.

A veces un poema que trata 
de remover el pasado 
se convierte por un instante en el futuro 
que siempre hubiéramos deseado. 

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