Soy violento con las palabras cuando tengo que tomar por la fuerza algún enclave bien defendido del corazón. Sin embargo, en mañanas como ésta me veo derrotado por otras palabras cantadas en una melodía extraña para un café lleno de turistas y de tapas muy typical recalentadas. Me sorprendo a mí mismo, yo que disparé sin compasión ráfagas de razones sobre terrenos conquistados, con las lágrimas asomándose por mis ojos y con unas ganas irrefrenables de escaparme allá a donde estéis, para corrernos una juerga que nos deje dormidos o nos lleve a la tumba. Después termina la canción y el llanto sólo queda en un gatillazo emocional, en la imagen de unos ojos enrojecidos mirando fijamente a otro tiempo. Así que, recojo mis cosas y sin llamar la atención regreso a mi torre de marfil para seguir maquillando la realidad cotidiana por un módico precio.
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