Estamos enganchados a lo superfluo como animales heridos en busca de respuestas. No importa la religión que profeses, todos tenemos una para contentarnos y seguir adelante, o para levantarnos cada mañana sabiendo que tomar la pastilla azul tuvo un sentido. Somos la cúspide evolutiva de no se qué mutación de un pez que salió a la superficie y consiguió respirar. Es la selección natural de la especie y muchos científicos podrían razonártelo mejor que yo hasta convencerte. Pero nadie me ha explicado por qué el amor duele en ocasiones y la soledad puede curarnos en silencio. Estamos enganchados a lo superfluo como animales heridos en busca de consuelo. No importa el origen que escojamos ni el destino hacia el que caminemos, cada uno tiene una estampa a la que rezar al irse a la cama. Aunque nunca me gustaron los dogmas ni las personas que los empuñan como armas arrojadizas o de doble filo. Elige tu credo a la carta y sé feliz mientras puedas, pero no me vendas simulacros en nombre de cualquier dios de tradición milenaria. Nuestros antepasados, como nosotros, estaban enganchados a lo superfluo y eligieron su camino como nosotros escogemos cualquier forma válida de trascendencia.
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