domingo, 28 de marzo de 2010

SILENCIO


El ruido de la vida,
hizo al hombre, por momentos,
volver de nuevo a las cavernas
desnudo de ciudad y progreso,
a pintar paredes llenas de palabras
con la sangre de sus víctimas.

El ruido de las noches,
hizo que levantáramos tanto la voz
que nuestras gargantas se rompieron
en un maravilloso silencio;
silencio frente a la necedad cierta
de vernos enfangados en un aire
pesado y sórdido,
en ciudades de plástico prefabricadas
donde todo es como si fuera
sin ser más que metáfora.

Todo lo que fue música,
armonía, cadencia,
línea discontinua entre continuos,
se volvió melodía torpe sin intérprete,
canto discordante que lo volvía todo continuo.
Aprendimos, entonces, que las palabras
arrastran siempre en las bocas
el sabor de la media verdad no dicha,
la vida entre paréntesis ignorada,
la letra pequeña, sin la cual,
la vida sólo es un mal menor
a no tener muy en cuenta.

Sentado en medio de esta locura
(enfermo estoy de tanto ruido),
procuro tener mi boca
siempre húmeda para el silencio,
lanzando elipsis como protesta
en mitad de esta noche
de lenguaje incomprendido.

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