jueves, 14 de julio de 2011

CÍRCULOS CONCÉNTRICOS

Todo lo que sucede en el tiempo, gira en torno a nosotros formando un infinito número de círculos concéntricos: círculos que se abren y se cierran, círculos que se pierden en el tiempo y que, por azar, buscan el punto del que partieron para completar su ciclo.

Durante la vida, muchos han visto el camino como una sucesión infinita de puntos unidos entre sí por el recuerdo. Yo prefiero verlo como una suerte de círculos concéntricos conectados entre sí: círculos sin un radio de tiempo definido, círculos que se besan en alguno de sus puntos y que, en su trayectoria, forman un solo círculo mayor abierto al nacer, cerrado al morir.

La diferencia es bien sencilla. Mientras los puntos se cruzan, los círculos se recorren. Se dibujan en el tiempo con la finalidad de ser acabados, porque incompletos se convierten en algo pendiente, en un recuerdo detenido en la memoria en busca de final.

Los círculos concéntricos que dejamos un día abiertos, se enredan en el recuerdo formando una madeja de sentimientos en busca de lenguaje, como una lluvia de verano interminable que buscara con ansia, el cauce en el que viajar sin retorno, al mar en calma donde nacieron las palabras del deseo.

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